sábado, 14 de enero de 2012

Perdón

Pido perdón desde este lecho póstumo. Pido lo que mi corazón necesita  expresar en los segundos que me restan del presente. Por eso intento escribir estás últimas palabras. Palabras que sólo tendrán significado para aquellos que sepan dárselo a esta extraña y definitiva petición. Paloma lo siento, fuistes mi amor primero, aquel que no se olvida pero se acaba perdiendo. Paloma te perdí por decisión propia. Por ser un cobarde que no sabía valorar aquello que poseía. Perdón.

  En segundo lugar se encuentra la mujer más enigmática que he llegado a conocer: Esther. Estas palabras pretenden envolver los recuerdos y sonrisas compartidas en el pasado, convirtiéndolos en eternidad. Entre la vida y la muerte, te encuentro de nuevo en mi corazón y necesito decirte aquello que, en su nomento, no fuí capaz de enseñarte. Explicarte ahora, porqué con unas simples palabras, te muestro lo que tanto tiempo permaneció escondido en mi interior, puede resultar insuficiente para tí e incluso para alguien  a punto de extinguirse. Esther lo siento una vez más, nuestro amor fue un maravilloso enigma que jamás supimos como empezó. Embriagado de tí, aún  en este mísero presente que me resta por vivir, te recuerdo como mi alma gemela, la que juega con los sentimientos, al igual que hice yo contigo guardándolos sin poder expresarlos, hasta que fue demasiado tarde y desapareciste de mi lado, sin saber cuál era el secreto que protegía mi coraza externa. El que no podía descubrirte sin que mi muro se derrumbara en pedazos y que esperaba que algún día encontraras. Esther, amor es lo que siento por tí desde que te conocí, amor del verdadero, del que es eterno. Eso es lo que quiero expresarte con este último y póstumo escrito.

  Romper contigo me resultó duro, Rosa. Recomponerme, después de saber que te habías suicidado, fue algo horrible y todo un reto. Rompiste un molde que tenía afiancado en mí, como las mayorías de mis rarezas. Reconozco que me robaste el corazón en una manifestación de las que  se saben perdidas antes de comenzarlas pero que quedan grabadas en los corazones de los manifestantes como una palabra mal redactada. Recuerdo el aroma de tu piel, el sabor de tus besos y la suavidad de tu abrazos, en aquellos momentos en qué sólo tu lograbas sacar de mí la fantasía  que se escondía en nuestro amor real.  Redacto tu recuerdo y sé que no te voy a encontrar en él, ya que decidiste abandonar este lugar y acoger la muerte como tu último refugio. Resulta que ahora que la Parca me acoge en su seno, eres la que vuelves a estar más cerca de mi realidad. Rosa conseguiste que conviviera contigo diariamente durante un tiempo que fue tan precioso que tras tu inesperada muerte, su recuerdo se convirtió en las espinas de un rosal que se clavaban y se clavan con cada momento que proviene de tí, incluido en este último responso.

   ¿Dónde aprendí a olvidarte, Dolores? ¿Dónde? De ese momento, único e irrepetible, que fue nuestra despedida, siento un gran vacío y una enorme desazón que llena cada poro de mi cuerpo, cada espacio que conforma mi alma desnuda. Descubrirte entre los libros de la vieja biblioteca donde buscábamos al mismo autor de novelas revolucionarias, fue un regalo de los dioses. Describir tu mirada, de ojos tristes que observaban al presente como si conocieran el pasado de cada segundo vivido, es algo imposible de describir por la magia que transmite tu mirada en directo. De aquella biblioteca en busca del misterioso autor, nos fuimos a la habitación de un hotel en aquella ciudad desconocida, descubriéndose como un gran escenario para completar por primera vez (y no la única) nuestros cuerpos desnudos. De aquel momento surgió nuestra breve e intensa historia de encuentros y desencuentros. Desataste aromas y palabras que conformaron el recuerdo mágico de una breve e intensa historia de amor emparentada con el despertar de los sueños y las pesadillas despedidas. De verdad te creía cuando me decías te quiero, después de hacer el amor en un lugar y ciudad diferente. Del mismo modo que creía en tus lágrimas cuando nos ausentábamos el uno del otro en  nuestras despedidas. Dormiré ahora para siempre y quería recordarte en esta misiva, como el amor de ida y vuelta que jamás creía que iba a tener, aquel que se escribe y reescribe como cuando empiezas a narrar una simple historia sobre un vacio documento. Dolores, lo siento por no saber entender aquello que me ofrecías en nuestra historia de amor compartida y diseñada bajo el auspicio del casual destino. ¿Dónde aprendí a olvidarte, Dolores? ¿Dónde?

    Olga fuiste la gran sorpresa final, el espejismo que se le ofrece al viajero del desierto, al divisar un oasis. Ocupaste mi corazón en el momento en que todo estaba envuelto en un terrible y horrible olvido. Obtruiste todo lo malo que albergaba y lo convertiste en la oblea que los médicos recetan para curar cualquier enfermedad ocasional. Ojalá te hubiera conocido antes, te confesé una vez en la plaza del Obispado.Ojalá, hubiéramos estado para siempre juntos, como el oleaje en los océanos. Omití el pasado contigo y me hiciste protagonista de un nuevo presente, ilusorio cuando se extinguió pero real mientras compartíamos los sueños que nos unían, aquellos que eran solo de nuestra propiedad y que eran difíciles de olvidar. Opté por tí, por la nueva oportunidad que me ofrecías,  por tu luz, en un mundo, el mío, lleno de obscuridad. Organizaste mi vida en el momento que más necesitaba que alguien me guiará hacia mi origen. Oxígeno necesario fue tu aliento y entrega pero mis formas para siempre te oxidaron. Oteo, en una visualización rápida de nuestra vida en común, todo lo que pasamos juntos, todo lo que nos ocurrió y sólo puedo ponerte en estas palabras que se perderan como tantas otras en el equilibrio idílico que mantienen el tiempo y el olvido. Orgulloso de haber compartido contigo un amor tan ostentoso y grandilocuente como los decorados y las voces que se observan y se escuchan en la ópera.

  Nada es comparado con el dolor que sentí, cuando me enteré que era padre de una niña. Nadia era su nombre. Nombre cuya existencia me llegó a través de una carta, en cuyo interior había un pequeño escrito con la fotografía de una nujer y dos niños. Nunca pensé que en alguna ocasión iba a ser padre de alguién y menos, que al final de mis días, me iba a enterar de que además tenía dos nietos. Ni quería creermelo, ni podía tener la certeza de que todo aquello fuera realmente como en la carta se nombraba. Nadia, una de mis últimas y efímeras amantes, me escribía, pocos días despues de nuestro  único encuentro, para descubrirme que era mi  ausente e inesperada hija, la que no esperaba que hubiera nacido. Nadie puede imaginar la sensación de vacío, junto con la de sorpresa al abrir aquel sobre con la fotografía de los tres y la lectura de aquel texto escrito sobre un papel que en aquel momento me pareció cálido y nuevo. Nunca mis lágrimas fueron tan dulces como aquel día que te leía, mi niña. Nuestro encuentro furtivo no paseó por mi memoria mientras la leía, aunque si estaba presente su recuerdo en diferentes partes de mi cuerpo, abrumados aún por la jovialidad que mostraste y la dulzura de tus manos acariciándome cada rincón de mi cuerpo y devolviéndome a sensaciones completamentes nuevas. No sabía de tu existencia, ni de que tus habilidades como amante fueran tan extraordinarias transportándome a emociones desconocidas, donde antes no había estado con nadie. No pude evitarlo, al acabar tu escrito y ver tu fotografía, rompí la carta y quemé tu imagen, dominado por los nervios que me envolvían, al conocer que había tenido una hija llamada Nadia. No saber nada de tí, me hizo tanto daño como conocer de tu existencia y tu nombre. Nada como observar tu rostro para transportarme a una época en la que viví persiguiendo sueños que se ocultaron en la niebla. Necesito pedirte perdón, Nadia. Necesito que entiendas que no podía volver a llamarte, aunque te mostraras como la hija desconocida y no como una amante nueva. Necesito que  entiendas que no me preocupaba tu existencia, hasta que apareciste en formato de misiva escrita y con la fotografía de mis nietos. Necesitaba saber quien era la madre de Nadia, más que la propia existencia de Nadia. No puedo morir sin saber quién fue tu madre, Nadia. No puede ser que hayas existido sin que supiera nada de tu niñez. No puedo pedirte más que un lo siento ya que no me recordaste, de tus posibles madres, a ninguna...

    "Lágrimas que rompen mis recuerdos, en los últimos suspiros de mi corazón maltrecho. Que sirva esta carta para pedir perdón por todo lo realizado a Paloma, por ser la primera; a Esther, por su magia y entrega;  a Rosa, por ser la que más cerca de mí estará ahora y que en dónde esté, sé que me sigue escuchando y cantando estrofas de lucha; a Dolores, por los encuentros y desencuentros vividos en lugares insospechados a una edad y en un momento increible; a Olga por su candidez y hermosura, aunque yo la estropeara con mis rarezas y, finalmente, a mi amante-hija, Nadia, a quién me hubiera gustado conocer des del principio y no al final de nuestros días, cuando sólo hay tiempo para pedir perdón y realizar un último viaje al interior de uno mismo, desatando el alma y encerrando a la carne."

     Es una idea vieja de novela, que espero algún día realizar. Me acompaña desde hace más de 10 años. Espero que os guste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario