miércoles, 11 de mayo de 2016

Fotografía

Nunca llegó a leer el final. Jamás supo a que sonaba la última palabra de aquel bestseller que él le regaló. Ahora piensa en ello y mira el mar. Ese pequeño mundo construido de gotas saladas y susurros. De recuerdos ahogados en lágrimas que provienen del cielo y del núcleo terrestre. Arroja el regalo que jamás sabrá como acabará. Como la mayoría de las historias que ocurren en la vida real. Todas empiezan, de alguna manera, pero ninguna sabes cómo finaliza.

(Caigo. Sin saber dónde iré. Caigo sin saber que ocurrirá. Mis cubiertas se ablandan y mis páginas se mojan. La tinta que las recorre se deshace con el papel y la dedicatoria que rasgó mi página en blanco desaparece con la facilidad con la que me dañó. Algo pierdo. Algo se pierde. Desaparezco).

El aire le recuerda que existe. Que lo que está ocurriendo es real. Siente el frío alzar la piel de sus brazos. Siente como se eriza su cuerpo y quiere no llorar. Quiere no llorar su ausencia. Su no presencia. Quiere no llorar su final. Observa como el libro se confunde con la profundidad del mar. Recuerda las palabras que él le escribió. Palabras dedicadas a ella. Sólo a ella. Íntegramente para ella.

Eres la luz que todo barco
a la deriva desea encontrar
en una noche de tormenta.
La luz del faro que lo guía a tierra.
la luz que guía mi vida.

Las dos últimas palabras no quiere recordarlas y las borra de su memoria. Todo ya ha acabado. El barco a la deriva. La luz. El faro. Y sólo ha restado la tormenta. La tormenta. LA TORMENTA. 

Mira al cielo. Un cielo oscuro. Tapado. Lleno de nubes que no anuncian nada más que el frío que recorre su cuerpo. El frío de la decisión tomada. La frialdad de arrojar el último recuerdo que le queda de él. De aquello que nació de casualidad y que se quebró voluntariamente. Desea desaparecer. Transformarse en mar. En aquella profundidad azul que la observa desde su infinitud. 

(La observo. Percibo su angustia. Sus ganas de entregarse a la desesperación y al dolor. A la extraña calma que puedo ofrecerle. Al cobijo de mis entrañas donde se guardan tesoros, ciudades perdidas y seres extraordinarios. Pero aunque su malestar recuerde a las sirenas, ella no lo es. No lo es. Reflejo su mirada y su tristeza. Reflejo su dolor y alzo unos de mis abrazos salados para poder alcanzarla. Ella marcha. Tal vez, ya me ha entregado lo más valioso que tenía. No lo sé. Ya no hay nadie ni nada nuevo que mirar).

Se va. Se va para no regresar. Se va para asumir las decisiones tomadas. Se va para no volver atrás. Se va para mirar al presente y olvidar el pasado. Simplemente, se va.

(Texto que surge de una canción "Photograph" de Ed Sheeran y de la confluencias de diferentes lecturas. Dejo video. Espero que os guste).



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