domingo, 24 de junio de 2012

El beso.

El beso aún ardía en mi interior cuando nos despedimos en aquella esquina. El último de aquella noche. El primer recuerdo de mañana. Nuestras manos se separaron con la suavidad de un pañuelo de seda que desciende al suelo. Nuestras miradas se difuminaron en una única que decía "Te quiero". Pero teníamos que marchar. Yo llegaba tarde. A él, le restaba toda la noche. Al mostrarle mi espalda, me imaginé una lágrima en su rostro que sabía que no iba a producirse. Estábamos acostumbrados a estas despedidas convenidas.  Miré atrás y vi su sombra desaparecer en la oscuridad de la noche. Delante de mí, la puerta enrejada del patio del centro de menores donde vivía desde hacía un año. La luz que me acogía. Deseaba desaparecer en la noche pero algo me decía que no lo hiciera. Con el sabor de aquel beso piqué al timbre para que el educador me abriera la puerta. Mientras contaba los segundos que tardaría, miraba las rejas de las ventanas, las paredes negras que las envolvían y la única luz que había en mis quince años de vida. Y entonces lloré.

 (Texto que surge de un beso y de la canción de Linkin Park "Valentine's Day". Os dejo el enlace)


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