No sé
si volver a hablar de mí o de tí.Incluso de nosotros. Te escribo
esta carta porqué sé que es la única manera que no haya
malinterpretaciones, que no existan palabras incorrectas. Es la única
manera de hacerme entender, de sentirme escuchado. Tal vez lo que
tenga que explicar no sea importante para tí – ni siquiera sé si
lo es para mí -. Lo que es seguro es que lo es para los dos. Sabes
que te quiero que siempre te he querido pero ha llegado el momento de
huir, de alejarme del dolor que me causa estar a tu lado. Mi dolor no
es negativo, no es el dolor que se vive en un hospital, ni siquiera
es el dolor del desencanto. Es el dolor de no poder quererte más,
sin hacerte daño. Es quererte demasiado, tanto, que no quiero
hacerte daño. Ni hacernos daño. A mi, me da igual todo, ya sabes
que siempre ha sido mi frase favorita. Me voy, huyo de aquí. Ahora
que sé que jamás podré cumplir los sueños que siempre quise
realizar. Ahora que sé que no tengo nada, ya que todo lo dejo aquí,
contigo. Huyo hacia no se sabe dónde, tal vez Barcelona, tal vez
un pueblo perdido en medio de la montaña, tal vez un cementerio, ya
sabes que siempre me gustaron y me ayudaron a sentirme mejor conmigo
mismo e incluso más relajado. Lo siento de verdad. Es la última vez
que me lo vas a oir (en este caso leer). Lo siento de verdad. Puede
quedar muy cobarde. No te voy a desmentir en esto. Puede parecer que
me haya derrotado antes de tiempo. No te lo voy a negar. Que debería
seguir a tu lado pero entonces estaríamos viviendo una fantasía. Tu
ya no me admiras como antes, sólo de vez en cuando. Ya no sonríes
con aquellas bromas que antes te hacían reir. No hablas conmigo de
aquello que te preocupa, parece que esperes que siempre tenga que
adivinarlo y la magia, el arte de la adivinación, nunca han sido mi
fuerte. Siempre he necesitado estudiar, observar, reflexionar para
actuar. Nunca he sido intuitivo, nunca he podido ser rápido. Siempre
he sido demasiado literal. He soñado mucho, he deseado bastante pero
en la vida, en aquello en que somos algo, he sido demasiado literal y
poco soñador. Lo siento de verdad. Me hubiera gustado ser un buen
príncipe azul, alguien que no se convirtiera en rana de repente y
que no necesitara preguntarte tres veces la misma cosa. Que deseara
un beso tuyo cada mañana. Lo siento de nuevo. Sé que no es el
momento pero creo que es lo mejor para los dos. Podrás salir
adelante, siempre lo has hecho. Yo, soy otro cantar. Ya veremos que
sucede. Nada bueno, seguro. Me alejaré de lo terrenal y viviré
entre fantasías que jamás se harán realidad. Y así moriré,
porqué sin tí, sin tu presencia a mi lado, sólo puedo desear una
cosa. Y es esa. No hay ninguna más. La muerte. La última morada. Es
la única acogida que me resta, cuando desaparezca de tu lado y hayas
empezado a leer las primeras líneas de esta carta. Recuerda que
siempre te he querido. Incluso ahora.
(Un ejercicio más. En este caso al amor incomprendido, aquel que no se entiende y desaparece poco a poco, como los granos descienden en un reloj de arena)
Demasiado trágico y redundante
ResponderEliminar