jueves, 7 de abril de 2016

Despedida


Se levantan. Se desplazan entre el ruido y las miradas del bar. se cogen de la mano para acompañarse, para no perderse entre los diferentes cuerpos que nutren el local. Que le dan vida y olor. Ruido y silencios. Miradas y ausencias. Suena una canción que les recuerda algo, que les permite susurrarse algo al oído. Acercar sus aromas. Sus pieles. Sus rostros. Sonríen.

Salen al frío de la calle. Una calle apagada. Cerrada. Silenciosa. Con pasos anónimos que suben y bajan por ella. De palabras pequeñas. De silencios robados a Cupido. De parejas que se deshacen con la llegada de la luz. De parejas que se encuentran con ella. Avanzan por la calle con la libertad que ofrece caminar uno al lado del otro por la calzada. Hablan y se miran. Se miran y sonríen. Sus sombras desparecen tragadas por la oscuridad de la calle y de la noche que los escolta.

Salen a la luz de una calle cargada de vida. De voces. De seres. De olores. Una calle donde se recupera las identidades y las sombras. Una calle llena de ruido y de palabras. Una calle llena de gestos y actuaciones. De despedidas y abrazos. De recién llegados y de gente de toda la vida. Vuelven a cogerse de la mano y esquivan al gentío que los envuelve. Hablan de nada. Comentan cosas sin sentido. Ríen sin saber. 

Se están despidiendo.

Llegan a destino. Una parada de metro que comparte una parada de tren. Aún no han descendido por ella. De ella surgen más gente. Más rostros. Más historias sin final. Más vida. Por ella descienden otras que ya han acabado. Vidas que se despiden y se alojan en las entrañas de la ciudad con la intención de volver a su hogar o de ir a cualquier otro lugar. Ellos se miran. Se observan. Sonríen y se ocultan la mirada.

Se despiden.

Sus labios esbozan una sonrisa que no lo es. Sus ojos quieren mirar pero se ocultan dejándose ver. Sus manos se acercan a un rostro cargado de tristeza y de dolor. Un rostro que aceptaría un beso. Un único beso y después seguiría su camino. Sin más. Ambos conocen la fuerza y la debilidad de ese beso. De su significado. De lo que no provocará pero si el recuerdo que dejará en sus labios.

Se besan.

Es un beso que se alarga en el tiempo. Es un beso buscado pero huidizo. Es un beso que se acabará bruscamente porqué ambos se han prometido que no puede prolongarse, no puede alargarse por el bien de ambos. Es un beso que invita a más. Es un beso que marca un hasta luego. Es un adiós. Es una despedida.

Se miran y se abrazan.

La respiración es entrecortada y las lágrimas quieren aparecer en sus rostros pero no acaban de salir del interior de sus almas. El abrazo dura más de diez segundos. Perciben sus pieles. Perciben el alma del otro. De los dos. Su respiración compartida y casi una. Se vuelven a mirar para cerrar los ojos y dejarse llevar por el pequeño recuerdo que antes habían creado. Repitiendo el pequeño gesto que habían iniciado.

Se miran y sobran las palabras.

No se volverán a ver. Ambos lo saben. Lo conocen. Ambos lo han pactado así. Cada uno seguirá su camino principal. Este tiempo ha sido un pequeño desvío en el camino. Algo a recordar en su vuelta al camino original. Aquel que no tenían que haber abandonado. Algo que se llevaran a sus hogares y  que les acompañará en su muerte. Algo bonito que a lo mejor no ocurrió y que sólo la memoria decide recordar y construir. Algo bonito que permite recordar la belleza de lo que cada uno de ellos tiene. 

Adiós

(Texto necesario que surge de recuerdos y de una canción llamada "Arenas de Soledad" de la banda sonora de  Habana Blues. Os dejo el vídeo. Espero que os guste)