lunes, 22 de julio de 2013

Una canción sin nombre

Escucho una canción que se enreda con mi piel. Toco mis brazos y aparecen sus notas. Me envuelve como si fuera mi segunda piel, como si fuera un tatuaje que cubriera todo mi cuerpo, imposible de borrar. Es el recuerdo de un amor. El desasosiego que deja la ruptura. Es la añoranza que provoca la soledad. El problema es que no encuentro el titulo de la canción por ningún lado de mi cuerpo ni de mi mente pero no paro de cantarla o, mejor dicho, de sentirla en mí. Ella había sido la mujer que siempre había deseado, la tenía a mi lado y su aroma recordaba a la belleza del mar, a la textura del cielo en verano. Y eso es lo que me dice la canción. La dejé escapar por un grito, por un descuido imperdonable. Y ahora no sé vivir sin ella. Guardo su recuerdo en forma de canción, de unas letras que se enredan en mi piel y se pierden en ella. La canción vuelve a empezar una y otra vez, independientemente de mi estado de ánimo, indiferente a mis lágrimas o a mis risas. Ya forma parte de mí, como ella lo fue en algún momento de mí. Y el recuerdo que me queda es ésta canción que se enreda en mí, que palpo cada mañana, sonando sus notas y ayudándome a despertar.
   Sólo hay una pregunta que me suelo hacer en los silencios que toco entre el final de la canción y el inicio de la misma. ¿Qué pasaría si dejara de escucharla, si la intentara borrar de mi cuerpo? Y la respuesta, por simple, me parte el corazón.

(Texto que recupero esta noche con la ayuda de la canción de Passenger "Let her go". Espero que os guste)


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