sábado, 25 de febrero de 2012

Te regalo los sueños.

Gritos que saltan entre cabezas enojadas y envueltas en pañuelos palestinos. Pancartas que se mueven entre piernas joviales y antiguas, donde anidan sueños escritos en pintura sobre tela blanca o cartón. Cuerpos que se alzan sobre el asfalto frío, derechos y sin titubeos que espanten sus objetivos marcados. Sombras esparcidas, mezcladas, sin dueños aparentes, creando una única gran sombra llena de cabezas y extremidades que recordarían, si alguien se fijara en estas cosas, a las sombras de Yugooth del gran Lovecraft. 
      Y delante de ellos el Terror en mayúsculas, el nudo que conforman el ejército represor, aquel que debería protegerlos pero sólo reciben ordenes que acatan con una frialdad propia de los pasos congelados del polo norte a principios del siglo veinte.
    Los gritos se envuelven en niebla de humos que surgen de los botes que florecen sobre el asfalto, mezclando sus sonidos y sus ilusiones, haciéndolos desaparecer. Las pancartas descienden desorientadas, quebradas por los golpes recibidos, por las piernas que chocan entre sí, convirtiendo los sueños en pesadillas, las ideas en palabras rotas y sin sentido. Los cuerpos se esparcen sobre el asfalto, derrotados, tumbados, protegiéndose de golpes que imaginan con sus manos. Golpes que se oyen lejanos, cercanos que se mezclan con los aullidos de los dañados, de los primeros mártires, de los héroes inconscientes de la causa. Y la sombra agigantada, aquella que llevaba en volandas a los sueños escritos e imaginados, se deshace en miles de fragmentos individualizados, que dejan rastro de una batalla perdida. Astillas, telas rasgadas, letras rotas, sangre y libros abiertos huellas que recuerdan a Pulgarcito y que, al llegar el alba, permite recuperar lo que hacía unas horas había ocurrido en aquel lugar.

(Este texto surge de una mezcla entre la indignación y la canción de Carlos Baute "Te regalo". Aquí dejo enlace)


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