La soledad me envuelve y dirige mis pasos. Obedezco sin rechistar. Ya no tengo nada más que perder. Sólo mi vida y eso, cuando bailas con ella durante años, ya no tiene importancia. Me indica que vaya a la cocina, que abra el cajón de los cubiertos y escoja un cuchillo. Los miro a todos y, de repente, casi sin quererlo, los veo de otra manera. Ya no son simples cubiertos, son elecciones para morir. La soledad me aprieta, me pide rapidez y decisión. ¡Con la de años que hemos pasado juntos, parece que no me conoce! Escojo el mediano de una colección de cuchillos japoneses. Recuerdo su precio irrisorio y del periódico que los promocionaba. ¿Apareceré en su página de sucesos? La propia soledad me contesta con contundencia y la posible fantasía viaja a mi subconsciente más escondido. Ella me dirige al baño y sigo sus indicaciones como haría un autómata al apretarse el botón del play. Suena el teléfono. Me distraigo por un momento pero decido dejarlo sonar. "Apresúrate" me dice la soledad. "Todo puede irse al traste si no tomas la decisión aceptada". No tengo nada que decir, mientras sigue aullando el teléfono. En el baño, delante del vaho del espejo, con el sonido del agua caliente llenando la pica, trazo un corte vertical sobre mis muñecas. De ellos, surge sangre que se diluye en el agua. Siento la sonrisa de la soledad a mi espalda y, por un breve instante, creo ver su sombra en el espejo.
Antes de fallecer, veo gotas de sangre que se elevan con el vapor del agua y manchan el espejo y mi alrededor. Lo último que escucho es un "te quiero" que surge del altavoz del contestador. ¡Mierda, la vida me ha vuelto a engañar! Y ya no puedo recordar nada más que la última acaricia de la soledad en mí.
(Este texto surge de la canción de Gothye "Somebody That I used to Know". Os dejo enlace).
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